RepuestaHablábamos hace solo unos minutos de la relación y la conexión entre la cultura o el patrimonio y el medio natural o medio ambiente. Y este es, sin duda, uno de esos casos en los que se integra a la perfección en el corazón del paisaje, en este caso del parque natural de Los Alcornocales, un patrimonio que tiene su origen, como usted bien señalaba en la fundación en el siglo xv por parte de los franciscanos de un monasterio.
El tiempo y el uso lo habían convertido en un edificio complejo, incluso en su interpretación, ¿no? Ha dicho usted muy bien que, además de la iglesia, alberga un patio interior y una serie de dependencias, algunas de ellas casi sin que se explicara muy bien el uso, pero todo eso además enmarcado por una portada claramente con pretensiones de ser un gran edificio, una gran muestra patrimonial. Quizás por eso, quizás por su grandeza, el estado en el que nos lo encontramos era francamente lamentable. Había sufrido un grado de deterioro que casi casi ponía en riesgo su conservación. Pero, a pesar de eso, decidimos asumir también el compromiso de lo que nosotros denominamos una restauración integral, que es aquella que yo digo que empieza por el llamador de la puerta y termina en el culmen de la espadaña del campanario.
También el hecho de que el santuario esté ubicado fuera del conjunto histórico de Jimena lo tenía desprovisto de mecanismos específicos para su protección, ¿no? Y todo eso indicaba, bueno, una cierta urgencia en la intervención. Y en este caso fue la actual Ministra de Igualdad, y antes Delegada de Cultura —se ha mencionado antes como ocasión de otro asunto—, la que, de una manera creo que muy convincente trabajó por conciliar distintos actores para que pudiésemos llevar a cabo esa rehabilitación integral, ¿no? En el bien entendido de que el compromiso de la conservación del patrimonio es un compromiso que todos debemos asumir, trabajó para sumar el interés de los titulares; en este caso: la diócesis, el Ayuntamiento de Jimena y también la hermandad que tiene allí su sede, ¿no?
Hemos hecho por lo tanto una rehabilitación sustentada en la firma de un convenio, que se firmó el 24 de noviembre del año 2006; es decir, en tres años hemos hecho una intervención, que... A mí, de verdad, cuando hablo de estas cosas me gustaría que tuviesen la oportunidad de verlas, porque creo que es como mejor se puede comprobar el grado de ese proyecto, ¿no?
Hemos hecho una rehabilitación integral con un presupuesto de 1.374.905,17 euros. Tanto la Consejería de Cultura como el Obispado de Cádiz y Ceuta hemos aportado 628.819,70 cada uno, y el importe restante —121.266,26— ha sido aportado por el propio Ayuntamiento de Jimena.
La restauración además creo que es un éxito en cuanto a que el proyecto ha sabido respetar en todo momento los elementos originales del inmueble, hasta el punto que en el resultado final ha aportado algunos elementos que, bueno, apenas si eran vistos, o que estaban ocultos entre los elementos arquitectónicos, y también ha podido mostrar una cara absolutamente espléndida, tanto del claustro como de la espadaña y de la linterna que hay en la cubierta.
Es verdad, señorías, que no podemos evitar ni frenar el paso del tiempo, pero sí intentamos que
sus demoledores efectos sobre nuestro patrimonio sean los menores posibles. Por eso acometemos este tipo de intervenciones con la conciencia de que intervenciones como esta, sin la colaboración el Ayuntamiento y de la Diócesis, hubiesen sido simplemente imposibles.
El tiempo y el uso lo habían convertido en un edificio complejo, incluso en su interpretación, ¿no? Ha dicho usted muy bien que, además de la iglesia, alberga un patio interior y una serie de dependencias, algunas de ellas casi sin que se explicara muy bien el uso, pero todo eso además enmarcado por una portada claramente con pretensiones de ser un gran edificio, una gran muestra patrimonial. Quizás por eso, quizás por su grandeza, el estado en el que nos lo encontramos era francamente lamentable. Había sufrido un grado de deterioro que casi casi ponía en riesgo su conservación. Pero, a pesar de eso, decidimos asumir también el compromiso de lo que nosotros denominamos una restauración integral, que es aquella que yo digo que empieza por el llamador de la puerta y termina en el culmen de la espadaña del campanario.
También el hecho de que el santuario esté ubicado fuera del conjunto histórico de Jimena lo tenía desprovisto de mecanismos específicos para su protección, ¿no? Y todo eso indicaba, bueno, una cierta urgencia en la intervención. Y en este caso fue la actual Ministra de Igualdad, y antes Delegada de Cultura —se ha mencionado antes como ocasión de otro asunto—, la que, de una manera creo que muy convincente trabajó por conciliar distintos actores para que pudiésemos llevar a cabo esa rehabilitación integral, ¿no? En el bien entendido de que el compromiso de la conservación del patrimonio es un compromiso que todos debemos asumir, trabajó para sumar el interés de los titulares; en este caso: la diócesis, el Ayuntamiento de Jimena y también la hermandad que tiene allí su sede, ¿no?
Hemos hecho por lo tanto una rehabilitación sustentada en la firma de un convenio, que se firmó el 24 de noviembre del año 2006; es decir, en tres años hemos hecho una intervención, que... A mí, de verdad, cuando hablo de estas cosas me gustaría que tuviesen la oportunidad de verlas, porque creo que es como mejor se puede comprobar el grado de ese proyecto, ¿no?
Hemos hecho una rehabilitación integral con un presupuesto de 1.374.905,17 euros. Tanto la Consejería de Cultura como el Obispado de Cádiz y Ceuta hemos aportado 628.819,70 cada uno, y el importe restante —121.266,26— ha sido aportado por el propio Ayuntamiento de Jimena.
La restauración además creo que es un éxito en cuanto a que el proyecto ha sabido respetar en todo momento los elementos originales del inmueble, hasta el punto que en el resultado final ha aportado algunos elementos que, bueno, apenas si eran vistos, o que estaban ocultos entre los elementos arquitectónicos, y también ha podido mostrar una cara absolutamente espléndida, tanto del claustro como de la espadaña y de la linterna que hay en la cubierta.
Es verdad, señorías, que no podemos evitar ni frenar el paso del tiempo, pero sí intentamos que
sus demoledores efectos sobre nuestro patrimonio sean los menores posibles. Por eso acometemos este tipo de intervenciones con la conciencia de que intervenciones como esta, sin la colaboración el Ayuntamiento y de la Diócesis, hubiesen sido simplemente imposibles.
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