miércoles, 17 de septiembre de 2008

Oposición del Grupo Parlamentario Socialista a la Directiva Europea sobre la jornada Laboral



Proposición no de ley del Grupo Parlamentario Socialista sobre oposición a la ampliación de la jornada laboral contenida en la directiva sobre tiempo de trabajo.


Interviene el Diputado Socialista, señor JÁUREGUI ATONDO:


Gracias, señora presidenta.

Señorías, a finales del siglo XVIII, cuando el escocés Watt descubrió la máquina de vapor, cuando se introdujo la máquina en los viejos telares manchesterianos, se produjo una reducción de la jornada laboral de aproximadamente 20 horas, de 80 a 60 horas de trabajo semanal. A finales del siglo XIX, cuando se descubrió el motor eléctrico, la jornada laboral volvió a bajar, de 60 a 48 horas de trabajo semanal, aproximadamente. A mediados del siglo XX, con el fordismo, con la producción en cadena, que tan bellamente explicitó aquella película de Charlot, Tiempos Modernos, la jornada bajó de 48 horas a 40. Yo quiero recordar aquí que en los años ochenta, en el comienzo del primer Gobierno socialista, el entonces ministro de Trabajo, Joaquín Almunia, legalizó por primera vez en España la jornada laboral de 40 horas.

Señorías, hay una constante, pues, entre los avances tecnológicos y la reducción de la jornada laboral. Curiosamente, a finales del siglo XX, cuando se produce la revolución tecnológica más importante de la historia de la humanidad, la que combina microelectrónica, informática, telecomunicaciones y ahora la biogenética, se produce un alargamiento de la jornada laboral. La pregunta es por qué.

Por qué ahora que la tecnología proporciona a la humanidad la mejor oportunidad de reducir la jornada en esta constante histórica de poner al servicio de la humanidad los descubrimientos científico-técnicos, la jornada se prolonga. Se prolonga de una manera silenciosa, inexorable, contra la ley, contra los convenios colectivos, de una manera que estamos viendo todos los días en los despachos de arquitectura, en las auditorías, en los despachos de abogados o en los bancos, porque nuestros hijos, señorías, están trabajando casi de sol a sol, doce horas al día. La segunda paradoja que se ha producido al final del siglo XX es menos conocida, pero no es despreciable. Las tecnologías permiten más flexibilidad, las comunicaciones permiten más movilidad, y esto está produciendo una invasión laboral de los tiempos y de la vida privada. Hoy nos llevamos el teléfono y el ordenador a casa el fin de semana, al viaje de esta economía globalizada y estamos extendiendo y prolongando la jornada por un método invasivo del trabajo en nuestra vida privada. Por seguir con las paradojas, diré que esta prolongación de la jornada laboral real en el mundo se produce paralelamente a la gran revolución feminista que lleva a la mujer a trabajar fuera del hogar y que establece un debate social, una reclamación elemental para compatibilizar trabajo y vida, para compatibilizar la vida laboral y la vida familiar, para que los padres y las madres que trabajamos fuera podamos compatibilizar nuestra jornada laboral con nuestra responsabilidad familiar. Pues bien, cuando la tecnología lo facilita, cuando la sociedad lo demanda, el mercado lo niega y nos impone una conducta social inhumana, una vida dedicada al trabajo en vez de un trabajo que dignifique la vida. Yo me pregunto qué regla absurda está guiando nuestro mundo laboral, a qué lógica responde que la tecnología no esté al servicio de la humanidad sino contra ella. Vivimos un tiempo injusta e ineficazmente organizado, señorías. Unos se drogan con el trabajo y otros porque no lo tienen. Unos viven angustiados porque no tienen tiempo para nada y otros porque no tienen nada que hacer con su tiempo.

Señorías, ni el robot ni el chip tienen por qué condenarnos ni al paro ni a la esclavitud laboral. Al contrario, nos dan los medios para reequilibrar necesidad y libertad, para crear una utopía concreta y cotidiana que nos permita recuperar el tiempo que vivimos. Sí, ya sé que la jornada se prolonga porque la globalización impone jornadas más largas pero ¿dónde está escrito que la globalización económica tenga que ser a base de globalizar la explotación o extender la devaluación de las condiciones laborales?

¿No será este el momento, señorías, de decir que queremos globalizar la dignidad laboral y extender al mundo las conquistas laborales que sindicatos y socialdemocracia especialmente conquistaron en la segunda mitad del siglo XX? ¿No será el momento de reclamar a la política que se imponga al mercado en la regulación de la sociedad, porque aceptamos, sí, la economía de mercado, pero no una sociedad de mercado? A esto responde esta iniciativa, señorías. Ustedes la conocen, la comprenden y creo que la comparten porque he tenido el honor de presentar al subir a esta tribuna una transaccional de todos los grupos porque, renunciando quizá a perfiles ideológicos más partidistas, nos ha parecido importante que toda la Cámara española hoy diga al Parlamento Europeo que no estamos de acuerdo con esa directiva. (Aplausos.) Yo les pido que la voten a favor y que el Parlamento español eleve su voz junto al Gobierno para que el Parlamento Europeo sepa que estamos contra esa directiva que quiere cristalizar en norma legal una jornada laboral ahistórica, anacrónica, absurda, injusta, regresiva.

Quiero acabar con una cita que aunque parezca bíblica no lo es. En el año 1973 fue galardonado con el premio Nobel de Economía un economista ruso, se llamaba Wassily Leontief, que pasó a la historia de la ciencia económica en gran parte como el descubridor de las tablas input-output. Él escribió en el año 1980 algo que viene muy bien a lo que ha sido el hilo de mi intervención. Decía así: Antes de ser expulsados del paraíso, Adán y Eva gozaban sin trabajar de un alto nivel de vida. Después de su expulsión tuvieron que vivir miserablemente mientras trabajaban desde la mañana hasta el anochecer. La historia del progreso técnico —dice Leontief— de los últimos doscientos años es la del tenaz esfuerzo para encontrar de nuevo el camino al paraíso. La tecnología de la que yo les hablaba antes es la que nos marca ese camino. Pues bien, parafraseando a Leontief, señorías, permítanme que termine diciendo que esta directiva no camina precisamente al paraíso sino al infierno social.

Muchas gracias. (Aplausos.)

Publicada en el Boletín del Congreso de los Diputados. 16 de septiembre de 2008. —Núm. 26

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