Las investiduras de Zapatero como Presidente del Gobierno de España y de Chaves como Presidente de la Junta de Andalucía, que se han producido en las últimas semanas en el Congreso de los Diputados y en el Parlamento Autonómico, han puesto en marcha la nueva legislatura. Con ello se certifica el rotundo triunfo del PSOE que asume las responsabilidades de gobierno, mientras que el PP queda en la oposición, sometido a las tensiones que acompañan a todas las derrotas, por muy dulces que éstas sean.
La asunción de responsabilidades políticas por el fracaso electoral y la definición de los nuevos liderazgos llevan consigo el germen de la crisis interna, cuya profundidad y duración dependen de la cohesión interna y del dictamen de las urnas en las nuevas convocatorias.
Los candidatos a presidente en sus discursos de investidura y en el propio debate han solicitado un nuevo clima político, en el que desaparezca o se amortigüe la crispación y el enfrentamiento, especialmente en asuntos de estado, en los que es posible delimitar espacios de confluencia, en los que alcanzar acuerdos sobre la base del interés general de los ciudadanos.
La oferta de diálogo y consenso va dirigida tanto a los interlocutores políticos, económicos y sociales, como a todas las administraciones públicas, en función de los problemas que se pretenden abordar: la desaceleración económica, con los empresarios y sindicatos, la renovación del Tribunal Constitucional y del Consejo General del Poder Judicial que corresponde a los grupos parlamentarios, y la construcción de viviendas públicas para lo que es imprescindible la participación de los ayuntamientos. La propuesta de pacto se amplía a otros asuntos importantes como: el agua, la educación, el desarrollo estatutario, la financiación autonómica, la deuda histórica, etc.
Zapatero ha defendido en el Congreso, del que ha obtenido el respaldo para llevar a cabo su proyecto político, una idea de España en continuo crecimiento económico y bienestar social, con nuevos derechos ciudadanos, con más empleo estable y de calidad, con instituciones fuertes y administraciones eficaces, donde la cooperación y el diálogo canalicen positivamente la diversidad política, cultural e identitaria. Un país seguro y unido contra el terrorismo, una nación solidaria, defensora de la paz y con voz propia en el mundo.
Chaves ha defendido un proyecto de futuro en el que apuesta por la convergencia de Andalucía con España y Europa, una vez que hemos superado el 80% de la renta per cápita media de la Unión, por un modelo de desarrollo sostenible y comprometido con la conservación de los recursos naturales y el patrimonio histórico.
Los objetivos más ambiciosos planteados son: el desarrollo legislativo consensuado del nuevo Estatuto de Autonomía, un nuevo acuerdo de concertación que aborde como tarea prioritaria las medidas necesarias para superar la desaceleración económica, especialmente en el sector de la construcción, y la mejora de los servicios públicos y las prestaciones sociales.
Hay síntomas de cambios en la estrategia del PP, que parecen afectar al tono del discurso de oposición y a la renovación del equipo de Rajoy, en el que han quedado relegados los máximos protagonistas de la crispación, pero aún es pronto para certificar un nuevo clima de oposición serena y constructiva, capaz de alcanzar acuerdos en asuntos de estado. Todo depende del debate interno que aflora en los medios, en relación con los planteamientos ideológicos y los liderazgos políticos, asuntos que no se resolverán en primer instancia hasta el próximo congreso de junio y con carácter definitivo en la próxima cita electoral.
En el debate entre las posiciones de la extrema derecha confesional, centralista y misógina y las de una derecha moderna, demócrata y homologable en Europa, interfieren con fuerza los sectores más radicales, herederos del franquismo al que se niegan a descalificar, nostálgicos del estado centralista y del nacional-catolicismo, desde plataformas mediáticas que han venido marcando el discurso de la crispación y el enfrentamiento.
Son los afiliados al sindicato del crimen que protagonizaron el acoso contra Felipe González, los propagadores de la teoría de la conspiración en la autoría del atentado islámico de Madrid y los editores de consignas falsas para la banda sonora de todo tipo de manifestaciones contra el gobierno socialista tales como: «España se rompe», «la familia tradicional desaparece», «los socialistas amigos de los terroristas», etc.
No han dado, no ya cien días de cortesía al nuevo gobierno, ni uno solo. Muchos ministros han acumulado tareas y descalificaciones antes incluso de ser nombrados y la paridad del gobierno sólo ha merecido el calificativo de modistillas referido a las nuevas ministras. Para estos oráculos de la derecha sólo pueden ser ministros los muy ricos o los grandes opositores: abogados del estado, notarios y registradores de la propiedad.
En Andalucía, a pesar de su derrota y de la mayoría absoluta lograda por el PSOE, el PP se siente reforzado por el aumento de votos obtenidos y ha construido un discurso en el que hablan de resultados históricos y de alternativa de gobierno, pero es una ironía que Arenas pretenda representar lo nuevo, encarnar el cambio, después de veintiséis años de ejercicio de la acción política en la Comunidad, en los que ha cosechado sólo derrotas en todas las elecciones generales, autonómicas y locales a las que ha concurrido. Su mayor éxito consiste en vender las derrotas como victorias.
Es difícil que los andaluces puedan asumir un proyecto político, cuyos portavoces se conducen con maneras de cacique rural y reiteran un discurso negativo y pesimista, en el que no se reconoce el innegable avance económico y social que ha experimentado la Comunidad en las últimas legislaturas con gobiernos socialistas.
En la provincia, las primeras iniciativas y planteamientos de los dirigentes provinciales del PP no invitan al optimismo, sobre la posibilidad de lograr acuerdos programáticos o de mejorar el clima político. Lo más relevante y a la vez esclarecedor ha sido la propuesta de pacto por la provincia, formulada a través de los medios de comunicación, con el único fin de lograr relevancia publicitaria y camuflar la estrategia de crispación a la que no han renunciado y en la que se descalifica al interlocutor con el que, supuestamente, se pretende llegar al acuerdo.
En este escenario político, en el que se acentúa el bipartidismo, los resultados electorales sitúan a IU en la marginalidad política, sin grupo parlamentario propio en el Congreso y sin que sea necesario su concurso para lograr la mayoría en el parlamento de Andalucía. El fracaso electoral ha acentuado una evidente crisis interna, que se manifiesta en la fragilidad de sus liderazgos y un discurso político antisocialista que le lleva a confluir con el PP en muchos planteamientos, lo que provoca el desconcierto de los militantes y la frustración de un electorado que exige una gestión en positivo de sus votos.
José Luis Blanco Romero
Secretario Primero de la Mesa del Parlamento de Andalucía
La asunción de responsabilidades políticas por el fracaso electoral y la definición de los nuevos liderazgos llevan consigo el germen de la crisis interna, cuya profundidad y duración dependen de la cohesión interna y del dictamen de las urnas en las nuevas convocatorias.
Los candidatos a presidente en sus discursos de investidura y en el propio debate han solicitado un nuevo clima político, en el que desaparezca o se amortigüe la crispación y el enfrentamiento, especialmente en asuntos de estado, en los que es posible delimitar espacios de confluencia, en los que alcanzar acuerdos sobre la base del interés general de los ciudadanos.
La oferta de diálogo y consenso va dirigida tanto a los interlocutores políticos, económicos y sociales, como a todas las administraciones públicas, en función de los problemas que se pretenden abordar: la desaceleración económica, con los empresarios y sindicatos, la renovación del Tribunal Constitucional y del Consejo General del Poder Judicial que corresponde a los grupos parlamentarios, y la construcción de viviendas públicas para lo que es imprescindible la participación de los ayuntamientos. La propuesta de pacto se amplía a otros asuntos importantes como: el agua, la educación, el desarrollo estatutario, la financiación autonómica, la deuda histórica, etc.
Zapatero ha defendido en el Congreso, del que ha obtenido el respaldo para llevar a cabo su proyecto político, una idea de España en continuo crecimiento económico y bienestar social, con nuevos derechos ciudadanos, con más empleo estable y de calidad, con instituciones fuertes y administraciones eficaces, donde la cooperación y el diálogo canalicen positivamente la diversidad política, cultural e identitaria. Un país seguro y unido contra el terrorismo, una nación solidaria, defensora de la paz y con voz propia en el mundo.
Chaves ha defendido un proyecto de futuro en el que apuesta por la convergencia de Andalucía con España y Europa, una vez que hemos superado el 80% de la renta per cápita media de la Unión, por un modelo de desarrollo sostenible y comprometido con la conservación de los recursos naturales y el patrimonio histórico.
Los objetivos más ambiciosos planteados son: el desarrollo legislativo consensuado del nuevo Estatuto de Autonomía, un nuevo acuerdo de concertación que aborde como tarea prioritaria las medidas necesarias para superar la desaceleración económica, especialmente en el sector de la construcción, y la mejora de los servicios públicos y las prestaciones sociales.
Hay síntomas de cambios en la estrategia del PP, que parecen afectar al tono del discurso de oposición y a la renovación del equipo de Rajoy, en el que han quedado relegados los máximos protagonistas de la crispación, pero aún es pronto para certificar un nuevo clima de oposición serena y constructiva, capaz de alcanzar acuerdos en asuntos de estado. Todo depende del debate interno que aflora en los medios, en relación con los planteamientos ideológicos y los liderazgos políticos, asuntos que no se resolverán en primer instancia hasta el próximo congreso de junio y con carácter definitivo en la próxima cita electoral.
En el debate entre las posiciones de la extrema derecha confesional, centralista y misógina y las de una derecha moderna, demócrata y homologable en Europa, interfieren con fuerza los sectores más radicales, herederos del franquismo al que se niegan a descalificar, nostálgicos del estado centralista y del nacional-catolicismo, desde plataformas mediáticas que han venido marcando el discurso de la crispación y el enfrentamiento.
Son los afiliados al sindicato del crimen que protagonizaron el acoso contra Felipe González, los propagadores de la teoría de la conspiración en la autoría del atentado islámico de Madrid y los editores de consignas falsas para la banda sonora de todo tipo de manifestaciones contra el gobierno socialista tales como: «España se rompe», «la familia tradicional desaparece», «los socialistas amigos de los terroristas», etc.
No han dado, no ya cien días de cortesía al nuevo gobierno, ni uno solo. Muchos ministros han acumulado tareas y descalificaciones antes incluso de ser nombrados y la paridad del gobierno sólo ha merecido el calificativo de modistillas referido a las nuevas ministras. Para estos oráculos de la derecha sólo pueden ser ministros los muy ricos o los grandes opositores: abogados del estado, notarios y registradores de la propiedad.
En Andalucía, a pesar de su derrota y de la mayoría absoluta lograda por el PSOE, el PP se siente reforzado por el aumento de votos obtenidos y ha construido un discurso en el que hablan de resultados históricos y de alternativa de gobierno, pero es una ironía que Arenas pretenda representar lo nuevo, encarnar el cambio, después de veintiséis años de ejercicio de la acción política en la Comunidad, en los que ha cosechado sólo derrotas en todas las elecciones generales, autonómicas y locales a las que ha concurrido. Su mayor éxito consiste en vender las derrotas como victorias.
Es difícil que los andaluces puedan asumir un proyecto político, cuyos portavoces se conducen con maneras de cacique rural y reiteran un discurso negativo y pesimista, en el que no se reconoce el innegable avance económico y social que ha experimentado la Comunidad en las últimas legislaturas con gobiernos socialistas.
En la provincia, las primeras iniciativas y planteamientos de los dirigentes provinciales del PP no invitan al optimismo, sobre la posibilidad de lograr acuerdos programáticos o de mejorar el clima político. Lo más relevante y a la vez esclarecedor ha sido la propuesta de pacto por la provincia, formulada a través de los medios de comunicación, con el único fin de lograr relevancia publicitaria y camuflar la estrategia de crispación a la que no han renunciado y en la que se descalifica al interlocutor con el que, supuestamente, se pretende llegar al acuerdo.
En este escenario político, en el que se acentúa el bipartidismo, los resultados electorales sitúan a IU en la marginalidad política, sin grupo parlamentario propio en el Congreso y sin que sea necesario su concurso para lograr la mayoría en el parlamento de Andalucía. El fracaso electoral ha acentuado una evidente crisis interna, que se manifiesta en la fragilidad de sus liderazgos y un discurso político antisocialista que le lleva a confluir con el PP en muchos planteamientos, lo que provoca el desconcierto de los militantes y la frustración de un electorado que exige una gestión en positivo de sus votos.
José Luis Blanco Romero
Secretario Primero de la Mesa del Parlamento de Andalucía
(Publicado en La Voz de Cádiz, 23 de abril de 2008)
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