miércoles, 10 de diciembre de 2008

Declaración Universal de los Derechos Humanos. 60 Aniversario



DECLARACIÓN INSTITUCIONAL DEL CONGRESO DE LOS DIPUTADOS.
El señor PRESIDENTE:
Hoy se cumplen sesenta años desde que la Asamblea General de Naciones Unidas promulgara la Declaración Universal de los Derechos Humanos y todos los grupos parlamentarios han suscrito y redactado un texto que ruego al señor secretario primero que tenga la bondad de leer.
El señor SECRETARIO (Barrero López):
Con la venia, presidente.

Hace ahora sesenta años, el 10 de diciembre de 1948, la Asamblea General de Naciones Unidas promulgó la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Como la propia organización de Naciones Unidas reconoce, esta declaración es universal, duradera y dinámica y nos atañe a todas las personas, al conjunto de la ciudadanía y a los poderes públicos. Con este texto, Naciones Unidas pretendía elevar el nivel de vida del conjunto de la humanidad y que sus valores esenciales —la inherente dignidad humana, la no discriminación, la igualdad, la equidad y la justicia— se apliquen a todas las personas en todo lugar y en todo momento dentro de un concepto más amplio de libertad. A partir de ahí son innumerables los textos internacionales que recogen o concretan los principios de la Declaración Universal de 1948. A ellos se abre nuestro texto constitucional a través de su artículo 10.2, que reconoce que las normas relativas a los derechos fundamentales y a las libertades que la Constitución reconoce se interpretarán de conformidad con la Declaración Universal de Derechos Humanos y los tratados y acuerdos internacionales sobre las mismas materias ratificados por España. La consecución de estos derechos, el progreso social, es asimismo una responsabilidad pública que el artículo 9.2 de nuestra Constitución ejemplifica cuando establece que para que la libertad y la igualdad de cada persona y de los grupos en que esta se integra sean realmente efectivas es obligación de los Estados promover las condiciones y remover los obstáculos que impidan o dificulten su plenitud. En este año 2008, la responsabilidad colectiva en la defensa de los derechos consagrados en la declaración debe reafirmarse. Somos conscientes de que esta declaración no se cumple en amplias zonas de la Tierra. Son muchos los países en los que se desprecia o vulnera su contenido, privando a sus habitantes de estos derechos básicos y, por tanto, de sus legítimas aspiraciones a la libertad, la dignidad y la igualdad. La pena de muerte sigue vigente en muchos Estados, en otros tantos se sigue practicando la tortura y en muchos países no se respetan las libertades de reunión, asociación y expresión, y muchos hombres y mujeres sufren encarcelamiento y persecución por estas causas. Además, el terrorismo sigue constituyendo una amenaza para la libertad y el respeto de los derechos humanos, contra el que debemos luchar con la máxima unidad y contundencia. En España seguimos sufriendo atentados terroristas al principal de los derechos humanos: el derecho a la vida. En otro orden de cosas, son muchos los Estados que no garantizan unos niveles mínimos de educación, asistencia sanitaria, servicios sociales o vivienda para sus ciudadanos. Especial preocupación causa la situación de discriminación de las mujeres en muchos países en los que sus derechos más básicos en ocasiones ni siquiera son reconocidos por el ordenamiento jurídico. A mitad de camino de las metas marcadas por los objetivos de desarrollo del Milenio, la lucha contra la pobreza y la exclusión, por el desarrollo humano y sostenible, debe unir a todo el mundo con lazos de solidaridad y de voluntad colectiva.
Por todo ello, el Congreso de los Diputados de España, representante de la soberanía popular, reconoce públicamente la tarea de todas aquellas personas que trabajan por la defensa de los derechos humanos en todo el mundo, que siguen luchando día a día para hacer realidad los grandes objetivos de esta declaración y reitera su compromiso con la letra y el espíritu de la Declaración de Derechos Humanos en el 60º aniversario de su promulgación.
(Aplausos.)
El señor PRESIDENTE:
Muchas gracias, señor secretario

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